martes, 25 de mayo de 2010

Gardel en San Casimiro, una historia jamás contada


Salvador Rodríguez *

A la memoria de Eustacio Esaá, el mejor
bailador de tango de San Casimiro.

Cuando Carlos Gardel vino a Venezuela, jamás se supo, que había visitado a San Casimiro de Güiripa. Luego de sus presentaciones en Caracas, fue invitado, por Juan Vicente Gómez, para que permaneciera unos días en Maracay. El día de su llegada, Gómez lo recibió con tanta emoción, que hasta el guante se quitó, para estrechar la mano de Carlos Gardel, Luis Plácido Pizarello y de Rafael Visconti Seijas.
En la Ciudad Jardín de Venezuela, cantó para Gómez, sus familiares y allegados. Visitó Lactuario Maracay, las vaqueras “Las Delicias” y la cuerda de gallos, que con tanto celos cuidaba el mismo General, y que con lujo de detalles contó a Gardel, las últimas peleas que habían realizado. También el General Gómez, le obsequió una fiesta campestre, que fue amenizada por el famoso arpista villacurano Florencio Morales y el cantador cagüense don Julio Pérez.
El benemérito supo en la fiesta que Gardel quería conocer a San Casimiro de Güiripa, ya que a este pueblo llegó, en mayo de 1935, en la limusina marca Packard (propiedad de Gómez), y conducida por el chofer de confianza de Juan Vicente Gómez, el Sr. Manuel Moronta, nativo de Turmero del Estado Aragua.
Desde Maracay a San Casimiro siempre estuvo acompañado de Luis Plácido Pizarello (que lo trajo a Venezuela), de su mánager, el chofer de Gómez, y señalando el camino, conduciendo una motocicleta Indian, el joven Rafael Visconti Seijas. Después de cruzar el río Suata, en el sitio de “Paso Morocho”, entraron por la calle Miranda (Rehabilitación Nacional en el Gobierno de Gómez), hasta estacionarse enfrente del bar “El Placer del Bachaco”, propiedad de su amigo de juventud, el Sr. Francesco Honorato Visconti.
Gardel bajó y cerró la puerta de la limusina. Abrió más los ojos y quedó admirado por lo que veía. Una calle larga de piedra que se perdía entre el frente de la casa de Andrés Manzo y los árboles de mamón enfrente de la tienda “La Bohemia”. Se sacudió el polvo del camino y se vino hasta pararse en medio de la calle para mirar el cerro La Cumaca y después volteó para preguntar el nombre de otro cerro que la neblina arropaba a medida que el día engullía la tarde. Desde el fondo del Bachaco una voz respondió: Camburito y viene anunciando un palo de agua.
Al rato entró al bar y estrechó la mano (del que había respondido) de don Antonio Torrealba (el Góngora de San Casimiro), y don Nicolás Guevara Díaz, quienes hacían el periódico “La Voz de Aragua”. – Y ¿acaso usted vino a cantar? Preguntó don Antonio, que estaba sentado en una silleta cerca del mostrador. – No – contestó Gardel – He venido solamente a conocer el lugar donde vive mi amigo Francesco y que mañana, con todo gusto, les contaré como nos hicimos amigos.
A la mañana siguiente, muy temprano, Gardel subió a la plaza Bolívar. Miraba los mangos, los mamones y las malaguetas. Caminó por sus avenidas y se dio cuenta de que los bancos de sentarse tenían nombres (de los patrocinantes de su construcción). Plácido ¡mira este! (el banco tenía el nombre de HL Boulton). ¿Ese no es el nombre de la casa comercial donde trabajó Francesco? Claro Carlos – afirmó Rafael.
Vamos a tomarnos una fotografía en ese lado de la plaza, donde quede como fondo aquella casa hermosa – señaló Gardel. Era la casa de los Padrinos (donde luego estuvo el cine), y que, según cuentan, a su dueño, el Sr. Padrino, se lo tragó el llano, ya que más nunca regresó. Al lado de esa casa estaba la bodega del Dr. Parilli.
Casi a las 10, bajaron a desayunar al Bachaco. Sentados, en el corredor, la plana mayor de “La Voz de Aragua”, don Antonio Torrealba, Nicolás Guevara Díaz, Eleazar y Luis Roberto Casado, el poeta Augusto Padrón y Pastor Rodríguez Manzo, también poeta sancasimireño.
“Amigos, buenos días (se escuchó la voz de Gardel), ahora les cuento cómo vine yo a parar a este hermoso pueblo. Francesco y yo, nos conocimos y trabajamos juntos en el teatro Colón de Buenos Aires. El era empavonador de arañas y yo tramoyista, es decir, ustedes saben, el limpiaba las lámparas y este servidor, cambiaba el escenario. Francesco siempre ha sido un buen leal amigo y yo, santifico esa lealtad con mi presencia. Por eso estoy aquí, y mañana, Dios mediante, regresaré”.
Francisco, el padre de Francesco Honorato, fue uno de los jefes de la policía durante el gobierno del General Juan Manuel de Rosas. A la caída del régimen tuvo que irse porque las cosas se pusieron malas para la familia. En Italia nació Francesco Honorato y que al mejorar la situación regresaron a Argentina. Francesco y Carlos se conocieron y trabajaron juntos en el teatro Colón. En este sitio surgió la entrañable amistad.
Al tiempo, Francesco Honorato se vino para Venezuela y Carlos comenzó a cantar. Se hizo famoso y llegó en gira a Venezuela. En Caracas se alojó en el Hotel Majestic (donde felicitó a la sancasimireña Susana Esaá por lo bueno que cocinaba). Un día Francesco fue a entregar un pedido de la casa comercial donde trabajaba y se reconocieron. Francesco le dijo que vivía en San Casimiro y que se había casado con Amelia Seijas, heredera de la hacienda Guare. Fue en esa conversación donde quedó comprometido Gardel de visitar a San Casimiro de Güiripa.
Corría la cuarta década del siglo XX y se cumplían 10 años de la trágica desaparición de Carlos Gardel cuando Rafael Visconti Seijas tuvo la idea de realizar un rally de Caracas a Buenos Aires, para colocar una placa en la tumba de su ídolo y amigo en el cementerio “La Chacarita” donde está enterrado. El rally no se pudo realizar, ya que el otro organizador, Antonio Hueck Condado, le dio un infarto. La placa quedó un tiempo guardada ya que Rafael no le gustaba viajar ni en barco ni en avión.
Al tiempo, el periodista José Visconti (nieto de Francesco Honorato), le tocó cubrir un evento deportivo en Buenos Aires. Su padre Rafael, le dijo, que era la oportunidad de colocar la placa a su amigo y José se la llevó. Cuando llegó a la capital de Argentina le informaron de que no estaba permitido colocar nada en la tumba de Gardel. Las esperanzas se le escapaban a José, pero, como dice el dicho, de “el que anda en buenas acciones Dios lo ayuda” se le presentó la gran oportunidad. Mandaba el General Rafael Videla, y en una rueda de prensa, José se entrevistó con él. Videla lo escuchó y lo refirió a un edecán, a quien el periodista le contó de la amistad de Gardel con su abuelo y su padre. A los 3 días el teléfono de la habitación de José repicó. José brincaba de la alegría por lo que escuchaba a través del auricular: José Visconti, puede ir a colocar la placa en el cementerio “La Chacarita”.
En la década de los 80, el periodista, Guillermo José Schael del diario El Universal, comentó en su columna “brújula” de que Luis Plácido Pizarello le había dicho “de que Gardel se había llevado un buen recuerdo de San Casimiro de Güiripa y que cuando volviera sería para comprar un terrenito para hacer una finquita”.

Información Oral
Bastardo, Wladimir, Radiodifusor.
Conversación privada en la emisora GEMA, San Casimiro, mayo 2008.

Bolívar, Pedro Modesto, Historiador.
Conversación en la biblioteca Santos Michelena, Maracay, febrero 2010.

Monasterio, Manuel, Historiador.
Conversación en la casa Ezequiel Zamora, Cúa, agosto 2009.

Visconti, José, Periodista.
Conversación en el diario deportivo “Meridiano”, Caracas, agosto 2009.

* Cronista Oficial de San Casimiro.

Plaza Bolívar de San Casimiro
Foto Nieves

Placa en la tumba de Gardel llevada por sancasimireños