martes, 27 de julio de 2010

Pablo Neruda en La Victoria






A José Rafael Jiménez, que hila

su poesía bajo el cielo de la

epopeya de la juventud venezolana.



Así tituló la revista La Victoria la llegada del poeta Pablo Neruda a tierras de Nuestra Señora de la Victoria. En este 12 de julio cuando el poeta de América está de cumpleaños, remuevo el arcón de las crónicas olorosas a pueblo para encontrar esta historia que sobrevive al ser rescatada la revista La Victoria después que la tierra ya no quiere más lágrimas de cielo sancasimireño.

Neptalí Ricardo Reyes Basoalto y conocido en toda la tierra como Pablo Neruda llegó a la ciudad de La Victoria el 12 de febrero de 1959. El poeta chileno vino invitado por la Junta de Festejos del día de la juventud y el Concejo Municipal, y gracias a las diligencias que hizo el poeta victoriano Luis Pastori. Era el día de la juventud venezolana, que con su hazaña de corazón y sangre de jóvenes estudiantes regaron con bravura independentista el lar victoriano.

El olvidado teatro Ribas, sirvió para albergar la palabra del hijo del ferroviario José del Carmen Reyes Morales. Un numeroso auditorio plenó todas las localidades del histórico teatro. El poeta Neruda fue recibido por alborozados estudiantes que entonaron las notas del himno nacional. El poeta Luis Pastori le tocó la histórica dicha de presentarlo ante un público ansioso de escuchar a uno de los poetas de más renombre de la geografía sureña que cobijó a nuestro Andrés Bello.

Después de escuchar el himno nacional, el poeta Luis Pastori “con ese juego de imágenes y metáforas que caracteriza su estilo, hizo una semblanza de Neruda, destacando la validez que tiene su poesía en América y trayendo a colación la importancia que en las letras han tenido apariciones como las del insigne poeta chileno y Rubén Darío, en su tiempo”.

En 1959, año de la llegada de Pablo Neruda a la capital del Municipio Ribas, ya el ilustre visitante había publicado los siguientes poemarios: Crepusculario (1923), Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada (1924), Tentativa del Hombre Infinito (1925), EL Habitante y su Esperanza (1926), El Hondero Entusiasta (1933), Residencia en la Tierra (1935), España en el Corazón (1936), Las Furias y las Penas (1939), Tercera Residencia (1947), Canto General (publicada en México, 1950) con ilustraciones de los célebres pintores David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera, Los Versos del Capitán (1952), Las Uvas y el Viento (1953), Odas Elementales (1954), Tercer Libro de las Odas (1957), y Estravagario (1958); además dirigió la revista Caballo Verde para la Poesía y otra conocida como Caballo de Bastos. También traía Neruda el premio nacional de Literatura de su Chile querido. Quizás el poeta Pastori, viendo este historial tan monumental, llegó a la conclusión, de que estaba ante un genuino representante nuestro de las letras americanas y que muy pronto tendríamos a otro chileno como premio nobel de literatura.

También el poeta Pastori dijo de Neruda lo siguiente: “en 1939 o 40, época de primeros versos y primeras andanzas, el escritor Ángel Raúl Villasana y yo, en una añeja y colonial pensión de Macuto, leíamos los desgarrados versos con que el poeta lloraba la muerte de Alberto Rojas Jiménez. Época de Residencia en la Tierra. En esa hora imprecisa del atardecer, los ojos se nos iban hasta el horizonte marino, hasta más allá, hasta resbalar el sueño hacia abajo, hacia donde América se ciñe el austrial cinturón de Chile. Allá estaría Neruda, en medio de su clan de símbolos extraños, sumergido dentro de su gramática salada, poniéndole ´urgentes telegramas´ a las más humanas y elementales cosas de la tierra, con su nuevo aparato de pindárica sintaxis desesperada. Allá estaría con su viento del sur y sus profundas minas, con su larga capa de olvido y su triste lluvia de Temuco sobre los hombros. Duendes imaginarios, marsupiales antiguos, signos de carbón y de ocre, zapatos vacíos, trajes sin corbata, vientos de ceniza y de hollín - la soledad, en fin, la soledad desgarradora del hombre – estarían insuflando su dinámica vigencia bajo el melampo exangüe de la noche y del trópico. Otra vez América vuelve a alzar su voz, otra vez vuelve a sonar el nombre de Darío, otra vez vuelve a sonar el nombre de América en la poesía de Neruda. Darío y Neruda son las dos voces de América, son la sola y profunda voz americana. Aquel con sus leones y sus ´olas de rugidos´, éste con su amor y con sus panaderías. Cualquiera de nosotros, en una de esas horas en que la campiña estremece su verdura bajo el viento largo y manso, o la noche enciende su soledad sobre la tierra, podría decir de memoria: ´Desde que yo los miro, tus ojos son más tristes”.

Neruda miró y abrazó al poeta Pastori y contestó con breves frases de agradecimiento, las que puso de pórtico a su gran recital. Después, poco a poco, fue colgando en el ambiente sus mejores estrofas, teniendo que cambiar frecuentemente el orden establecido, debido a que el público le hacía peticiones frecuentes de sus poemas más conocidos. A la salida, fue aplaudido insistentemente, pasándose luego a un homenaje que se le tenía en la residencia “Soco”, de la ciudad de La Victoria.

Gracias doy a La Victoria por cobijarlo en tan glorioso día.



Salvador Rodríguez

Tomás España -El guarachero del Grupo Tibisay-

En el año 1959, en la casa de Inocencio España y María Socorro García de España, ubicada en el callejón Ricaurte, comenzaron a ensayar un grupo de muchachos. El grupo estuvo integrado por Bernabelito Boullón, Arturo España (El negro España), Oswaldo Boullón, Gustavo Perdomo (llavecita), Fileno Torrealba, Tomás España y José García, que era el más mayorcito.
Así surgió el grupo, con la venia de Inocencio España y de María Socorro García de España. Fue tanto el furor que causaron los muchachos que, en las tardes de ensayos, se arremolinaban muchas personas enfrente de la casa y fue mayúscula la sensación por este grupo que, el señor Inocencio sentía complacencia al escucharlos tocar y cantar, y la señora María le pedía al bolerista, el Sr. José García, que la complaciera con el bolero “Dos letras”.
El día de la escogencia del nombre para el grupo, se tomaron casi una tarde para bautizarlo. Los hermanos España; Arturo y Tomás, y, el que sería cuñado de Tomás, el joven Oswaldo Boullón, fueron los que inventaron la nombradía de “Agrupación Tibisay”, en honor a una muchacha que vivió por los lados de Güiripa. Nunca se supo el apellido de la joven que prestó su nombre para darle personalidad a la agrupación que dejó, sin dudas, momentos inolvidables para aquellos que aún viven y que la recuerdan como una de las cosas gratas que la vida pudo obsequiarles.
La designación como “Agrupación Tibisay”, ha sido un secreto bien guardado que, Gustavo Perdomo, Fileno Torrealba, José García y Arturo España no se han atrevido a revelarlo, quizás, por el juramento hecho por sus integrantes.
Bajo la identidad de grupo “Tibisay”, surgen sus integrantes, los señores: Oswaldo Boullón, Trecista y Bolerista; Bernabelito Boullón, Director y Timbalero; Gustavo Perdomo, Charrasca; Fileno Torrealba, Conga; José García, Bolerista y Marímbola; Arturo España, Bolerista, y Tomás España como Guarachero y Bolerista.
La Agrupación Tibisay comenzó a ser reconocida y empezaron a salir los toques. Mientras la agrupación salía, Tomás se pulía como el Guarachero de la Tibisay. Por esos tiempos se escuchaba en la radio la guaracha “Yo quiero ser como Ariel”, cantada por “El Ciclón Antillano”, Manolo Monterrey y los Melódicos. Tomás hizo que esta guaracha gustara más, al difundirla entre sus conciudadanos, en Villa de Cura, Camatagua, Cogollal y Ocumare del Tuy. En San Casimiro de Güiripa tocaron y cantaron en la Trilla (de Rafael Ángel Acosta) en la calle Miranda, en una fiesta en la casa de la Sra. Julia de Meza y en una fiesta de quinceañera en el caserío Cogollal.
Tomás España, el guarachero del grupo Tibisay fue una persona jovial, y nació el 31 de diciembre de 1940. Sus padres fueron: Inocencio España y María Socorro García de España. Sus hermanos, Germán, Jesús y Arturo. Sus hermanas, Susana, Lourdes, Matilde, Teresa y Carmen. Tomás Gilberto España García estudió en las Escuelas Lucas Guillermo Castillo y el Grupo Escolar Francisco Isnardi. De su primera escuela recordaba a su maestra Hilda D´Milita y al maestro Maltus y al director Alí Chacón. Del Francisco Isnardi siempre se acordaba de Carmen de Valero y Martín Díaz, con quien tuvo la oportunidad de compartir y del Prof. Bastardo, director de la Institución.
Tomás Gilberto, el guarachero, se casó el 18 de marzo 1965 con Petra Manuela Boullón Esaá (La Nena) y procrearon 4 hijos: Caridad, Isabel, Tomás y María.
Cuenta José Domingo Fuentes (Cheo), cantante de la Orquesta Toronquey, que Tomás le refirió muchas anécdotas del Grupo Tibisay. Una de ellas fue que, una noche estando viendo (todos los integrantes) una película en el cine parroquial y allí los fueron a buscar para que tocaran una fiesta en Cogollal. El gordo Páez los llevó en una camioneta ranchera. Esa noche, cuando la fiesta estaba en pleno apogeo a alguien se le ocurrió pedirles un vals y no pudieron complacerlo, ya que no lo habían ensayado. La fiesta se terminó y los despidieron, cobrando poca plata. El único que salió ganando fue el gordo Páez, ya que cobró y echó un pie. Otra anécdota fue el día en que tocaron una fiesta en San Casimiro y al finalizar, le metieron en el bolsillo, al guarachero de la Tibisay, 10 bolívares (de los de antes) para que los compartiera entre él y los otros 6 integrantes. Razón tiene el negro España, de contar que en Villa de Cura tampoco les pagaron. Quizás porque eran muy jóvenes.
El guarachero Tomás rindió su tránsito vital el 22 de febrero de 2006, día de San Pascacio; un año después de haber sido jubilado como obrero educacional.



Crónicas de un sancasimireño

Salvador Rodríguez

Emilio en alto vuelo

A Emilio José Boullón Esaá, pícher
récord y artesano de vuelos siderales. In memorian.



Desde que Emilio tuvo uso de razón comenzó a soñar con volar hacia los espacios infinitos. Convencido, estoy, de esa afirmación, porque Emilio, después de grande, nadie lo sacaba de lo que pensaba. Guiado por el dios Ptah se hizo artesano para fabricar los juguetes que soñó cuando niño para surcar el firmamento y saludar ese mundo al cual todo niño sueña con tocar. No pudo volar mientras estuvo en tierra pero comenzó a fabricar cometas que era volar a través de las manos de los niños. Las hizo de todos los colores como ese arcoíris que se halla y no se toca por las lejuras de lo que abarcan los sueños infinitos. Compartió con jóvenes, por mucho tiempo, cuando le tocó trabajar en el liceo San Casimiro, para ese tiempo, la máxima casa de estudios de la población.
Emilio aprendió de la vida y fue un buen ciudadano, no ese del lugar común, cuando se emplea, después que la gente muere: “Era un hombre bueno”. Emilio en verdad fue un ser humano de buen vivir. No tuvo estudios superiores, pero aprendió de la universidad de la vida. Esa que nos enseña cómo debemos vivir porque morir sabemos todos. Inconmensurable el título que otorga: Ciudadano ejemplar. Quizás, no conoció al Emilio de Juan Jacobo Rousseau, ese que enseña cómo deben formarse los hombres. ¿Para qué tenía que conocerlo? Emilio era el Emilio de Juan Jacobo y Emilio marchó por la vida sin saberlo.
Con el tiempo, Emilio se convirtió en un icono, porque según la semiótica, icono: “es el signo que mantiene una relación de semejanza con el objeto representado”. ¿O es qué acaso, Emilio no soñó volar cuando niño, para que sus cometas, después de grande, lo representaran en su soñado vuelo?
Emilio, en el domingo 16 de mayo, faltando 10 minutos para las 7 de la noche, se elevó en crepúsculo secreto, para que no lo vieran. Salió a quedarse en ese firmamento, que soñó con saludar cuando niño. Se elevó hacia la felicidad celeste, como ese juguete que sus manos construyeron para el definitivo vuelo. Faltando escasos 10 minutos para las 7, el brazo de ese gran titiritero, que es el Señor, trozó el pabilo que nos ata a la vida, para indicarle que su función en la vida había concluido. Emilio fue el ingenioso fabricante de cometas para el soñar de niños, porque realmente, cuando se es niño se quiere, o, quizás, ¿el hombre en su devenir por la vida, siempre no ha querido volar?
Emilio, sinceramente creo, que fuiste solamente a ver a Josefa y a Bernabé para mostrarle la linda cometa de tu vida o tal vez andes buscando la hilada de la vida que se te fue hacia la tierra prometida. Y que acá en este pedazo de Sur de Aragua, los que te conocieron, musiten, como dijo el poeta Alberto Hernández, en su despedida al poeta de Pampanito, José Barroeta, de que: “Para allá vamos, allá nos vemos”.




Crónicas de un sancasimireño

Salvador Rodríguez