Salvador Rodríguez
El 15 de diciembre de 2002 marchó en silencio, Lucas Guillermo Castillo Lara, pródigo en voces que dieron ubérrima escritura para darle vida a pueblos y comarcas que moraban en el olvido. 6 años hacen de la ausencia física de este hijo de las tierras de Güiripa que es “Voz que nombra a una sarta de cuentas hechas de caracol, llamadas también quiripa y que servía para intercambio comercial, adorno y ofrenda a sus dioses”.
Lucas Guillermo Castillo Lara fue la voz que nombró por más de 81 años, a través de la poesía, ensayos, monografías y libros, al hombre –Fermín Toro-, a la historia regional -San Casimiro de Güiripa, crónicas de la tierra y de la sangre-, y a la historia de una mujer, en la obra La asombrosa historia de doña Catalina de Erauso, la monja Alférez, y sus prodigiosas aventuras en Indias.
A los 21 años de edad, escribe un ensayo sobre Fermín Toro donde destaca diversas aristas de la vida del autor de La sibila de los Andes, como son “El Hombre”, “El Artista”, “El Escritor”, “El Político” y “El Diplomático” que le valió ser premiado por la Academia venezolana correspondiente de la Real Española el 29 de diciembre de 1942.
En San Casimiro de Güiripa, crónicas de la Tierra y de la Sangre, condensa la historia de su pueblo natal, que es también de sus ancestros y adoptiva de don Rosalio Castillo Clavo, quien firma la compra de las tierras de Güiripa el 18 de octubre de 1831, ante Juan Domingo Larrain, Segundo Juez de Paz del pueblo de Paracotos.
Retomando la crónica, ya que se ha ido un poco lejos en lo que se refiere al titulo de ella, se podría decir que la historia que narra la magistral pluma de Castillo Lara, titulada La asombrosa historia de doña Catalina de Erauso, La Monja Alférez, y sus prodigiosas aventuras de Indias es una intrépida actuación en la vida de una mujer que se escapa de un convento, afirmando Castillo Lara que “Esa historia de doña Catalina de Erauso, La Monja Alférez, como se llamaba, aunque nunca pasó de Novicia, es la más extraordinaria y maravillosa aventura vivida por mujer alguna. Arrancada de los propios labios de la protagonista surge la historia de una mujer que, disfrazada de hombre y temida por tal, en las décadas iniciales del siglo XVII y por los largos caminos de América discurre su vida aventurera, marcada con ribetes de picardía y acento caballerescos”.
Catalina de Erauso, La Monja Alférez, es una mujer que fue destinada desde niña al estado religioso, cambia el hábito por pantalones al escaparse del convento de San Sebastián el Antiguo en la Provincia de Güipúzcoa, en España y la cruz por la espada. Esta española es de carácter rebelde, salvaje y amante de la libertad y vendrá a América vestida de grumete para recorrer a Cartagena de Indias, Cumaná, Araya, Panamá, Lima, Chile, Argentina y Bolivia. La Monja Alférez se llamó en un principio Pedro de Oribe, cambiando luego a Alfonso Díaz Ramírez de Guzmán. Para hacer bien su papel de hombre fue siempre intrépida, altiva y poco sociable, fingiendo constantemente el sexo opuesto para poder lograr el grado de Alférez. Recorrió otras regiones de las Indias, hasta que cae herida gravemente durante un desafío y la lleva a decidir sobre el abandono de su azarosa vida.
Sirva esta escritura para recordar la vida de este sancasimireño quien nació el 23 de junio de 1921, como también su muerte acaecida en Caracas. Igualmente ilustrar la obra de este ilustre coterráneo como lo es La asombrosa historia de doña Catalina de Erauso, la Monja Alférez, y sus prodigiosas aventuras de Indias (1602-1624) de la cual se cumple este diciembre 16 años de su publicación.
Por Salvador Rodriguez