martes, 27 de julio de 2010

Pablo Neruda en La Victoria






A José Rafael Jiménez, que hila

su poesía bajo el cielo de la

epopeya de la juventud venezolana.



Así tituló la revista La Victoria la llegada del poeta Pablo Neruda a tierras de Nuestra Señora de la Victoria. En este 12 de julio cuando el poeta de América está de cumpleaños, remuevo el arcón de las crónicas olorosas a pueblo para encontrar esta historia que sobrevive al ser rescatada la revista La Victoria después que la tierra ya no quiere más lágrimas de cielo sancasimireño.

Neptalí Ricardo Reyes Basoalto y conocido en toda la tierra como Pablo Neruda llegó a la ciudad de La Victoria el 12 de febrero de 1959. El poeta chileno vino invitado por la Junta de Festejos del día de la juventud y el Concejo Municipal, y gracias a las diligencias que hizo el poeta victoriano Luis Pastori. Era el día de la juventud venezolana, que con su hazaña de corazón y sangre de jóvenes estudiantes regaron con bravura independentista el lar victoriano.

El olvidado teatro Ribas, sirvió para albergar la palabra del hijo del ferroviario José del Carmen Reyes Morales. Un numeroso auditorio plenó todas las localidades del histórico teatro. El poeta Neruda fue recibido por alborozados estudiantes que entonaron las notas del himno nacional. El poeta Luis Pastori le tocó la histórica dicha de presentarlo ante un público ansioso de escuchar a uno de los poetas de más renombre de la geografía sureña que cobijó a nuestro Andrés Bello.

Después de escuchar el himno nacional, el poeta Luis Pastori “con ese juego de imágenes y metáforas que caracteriza su estilo, hizo una semblanza de Neruda, destacando la validez que tiene su poesía en América y trayendo a colación la importancia que en las letras han tenido apariciones como las del insigne poeta chileno y Rubén Darío, en su tiempo”.

En 1959, año de la llegada de Pablo Neruda a la capital del Municipio Ribas, ya el ilustre visitante había publicado los siguientes poemarios: Crepusculario (1923), Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada (1924), Tentativa del Hombre Infinito (1925), EL Habitante y su Esperanza (1926), El Hondero Entusiasta (1933), Residencia en la Tierra (1935), España en el Corazón (1936), Las Furias y las Penas (1939), Tercera Residencia (1947), Canto General (publicada en México, 1950) con ilustraciones de los célebres pintores David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera, Los Versos del Capitán (1952), Las Uvas y el Viento (1953), Odas Elementales (1954), Tercer Libro de las Odas (1957), y Estravagario (1958); además dirigió la revista Caballo Verde para la Poesía y otra conocida como Caballo de Bastos. También traía Neruda el premio nacional de Literatura de su Chile querido. Quizás el poeta Pastori, viendo este historial tan monumental, llegó a la conclusión, de que estaba ante un genuino representante nuestro de las letras americanas y que muy pronto tendríamos a otro chileno como premio nobel de literatura.

También el poeta Pastori dijo de Neruda lo siguiente: “en 1939 o 40, época de primeros versos y primeras andanzas, el escritor Ángel Raúl Villasana y yo, en una añeja y colonial pensión de Macuto, leíamos los desgarrados versos con que el poeta lloraba la muerte de Alberto Rojas Jiménez. Época de Residencia en la Tierra. En esa hora imprecisa del atardecer, los ojos se nos iban hasta el horizonte marino, hasta más allá, hasta resbalar el sueño hacia abajo, hacia donde América se ciñe el austrial cinturón de Chile. Allá estaría Neruda, en medio de su clan de símbolos extraños, sumergido dentro de su gramática salada, poniéndole ´urgentes telegramas´ a las más humanas y elementales cosas de la tierra, con su nuevo aparato de pindárica sintaxis desesperada. Allá estaría con su viento del sur y sus profundas minas, con su larga capa de olvido y su triste lluvia de Temuco sobre los hombros. Duendes imaginarios, marsupiales antiguos, signos de carbón y de ocre, zapatos vacíos, trajes sin corbata, vientos de ceniza y de hollín - la soledad, en fin, la soledad desgarradora del hombre – estarían insuflando su dinámica vigencia bajo el melampo exangüe de la noche y del trópico. Otra vez América vuelve a alzar su voz, otra vez vuelve a sonar el nombre de Darío, otra vez vuelve a sonar el nombre de América en la poesía de Neruda. Darío y Neruda son las dos voces de América, son la sola y profunda voz americana. Aquel con sus leones y sus ´olas de rugidos´, éste con su amor y con sus panaderías. Cualquiera de nosotros, en una de esas horas en que la campiña estremece su verdura bajo el viento largo y manso, o la noche enciende su soledad sobre la tierra, podría decir de memoria: ´Desde que yo los miro, tus ojos son más tristes”.

Neruda miró y abrazó al poeta Pastori y contestó con breves frases de agradecimiento, las que puso de pórtico a su gran recital. Después, poco a poco, fue colgando en el ambiente sus mejores estrofas, teniendo que cambiar frecuentemente el orden establecido, debido a que el público le hacía peticiones frecuentes de sus poemas más conocidos. A la salida, fue aplaudido insistentemente, pasándose luego a un homenaje que se le tenía en la residencia “Soco”, de la ciudad de La Victoria.

Gracias doy a La Victoria por cobijarlo en tan glorioso día.



Salvador Rodríguez

Tomás España -El guarachero del Grupo Tibisay-

En el año 1959, en la casa de Inocencio España y María Socorro García de España, ubicada en el callejón Ricaurte, comenzaron a ensayar un grupo de muchachos. El grupo estuvo integrado por Bernabelito Boullón, Arturo España (El negro España), Oswaldo Boullón, Gustavo Perdomo (llavecita), Fileno Torrealba, Tomás España y José García, que era el más mayorcito.
Así surgió el grupo, con la venia de Inocencio España y de María Socorro García de España. Fue tanto el furor que causaron los muchachos que, en las tardes de ensayos, se arremolinaban muchas personas enfrente de la casa y fue mayúscula la sensación por este grupo que, el señor Inocencio sentía complacencia al escucharlos tocar y cantar, y la señora María le pedía al bolerista, el Sr. José García, que la complaciera con el bolero “Dos letras”.
El día de la escogencia del nombre para el grupo, se tomaron casi una tarde para bautizarlo. Los hermanos España; Arturo y Tomás, y, el que sería cuñado de Tomás, el joven Oswaldo Boullón, fueron los que inventaron la nombradía de “Agrupación Tibisay”, en honor a una muchacha que vivió por los lados de Güiripa. Nunca se supo el apellido de la joven que prestó su nombre para darle personalidad a la agrupación que dejó, sin dudas, momentos inolvidables para aquellos que aún viven y que la recuerdan como una de las cosas gratas que la vida pudo obsequiarles.
La designación como “Agrupación Tibisay”, ha sido un secreto bien guardado que, Gustavo Perdomo, Fileno Torrealba, José García y Arturo España no se han atrevido a revelarlo, quizás, por el juramento hecho por sus integrantes.
Bajo la identidad de grupo “Tibisay”, surgen sus integrantes, los señores: Oswaldo Boullón, Trecista y Bolerista; Bernabelito Boullón, Director y Timbalero; Gustavo Perdomo, Charrasca; Fileno Torrealba, Conga; José García, Bolerista y Marímbola; Arturo España, Bolerista, y Tomás España como Guarachero y Bolerista.
La Agrupación Tibisay comenzó a ser reconocida y empezaron a salir los toques. Mientras la agrupación salía, Tomás se pulía como el Guarachero de la Tibisay. Por esos tiempos se escuchaba en la radio la guaracha “Yo quiero ser como Ariel”, cantada por “El Ciclón Antillano”, Manolo Monterrey y los Melódicos. Tomás hizo que esta guaracha gustara más, al difundirla entre sus conciudadanos, en Villa de Cura, Camatagua, Cogollal y Ocumare del Tuy. En San Casimiro de Güiripa tocaron y cantaron en la Trilla (de Rafael Ángel Acosta) en la calle Miranda, en una fiesta en la casa de la Sra. Julia de Meza y en una fiesta de quinceañera en el caserío Cogollal.
Tomás España, el guarachero del grupo Tibisay fue una persona jovial, y nació el 31 de diciembre de 1940. Sus padres fueron: Inocencio España y María Socorro García de España. Sus hermanos, Germán, Jesús y Arturo. Sus hermanas, Susana, Lourdes, Matilde, Teresa y Carmen. Tomás Gilberto España García estudió en las Escuelas Lucas Guillermo Castillo y el Grupo Escolar Francisco Isnardi. De su primera escuela recordaba a su maestra Hilda D´Milita y al maestro Maltus y al director Alí Chacón. Del Francisco Isnardi siempre se acordaba de Carmen de Valero y Martín Díaz, con quien tuvo la oportunidad de compartir y del Prof. Bastardo, director de la Institución.
Tomás Gilberto, el guarachero, se casó el 18 de marzo 1965 con Petra Manuela Boullón Esaá (La Nena) y procrearon 4 hijos: Caridad, Isabel, Tomás y María.
Cuenta José Domingo Fuentes (Cheo), cantante de la Orquesta Toronquey, que Tomás le refirió muchas anécdotas del Grupo Tibisay. Una de ellas fue que, una noche estando viendo (todos los integrantes) una película en el cine parroquial y allí los fueron a buscar para que tocaran una fiesta en Cogollal. El gordo Páez los llevó en una camioneta ranchera. Esa noche, cuando la fiesta estaba en pleno apogeo a alguien se le ocurrió pedirles un vals y no pudieron complacerlo, ya que no lo habían ensayado. La fiesta se terminó y los despidieron, cobrando poca plata. El único que salió ganando fue el gordo Páez, ya que cobró y echó un pie. Otra anécdota fue el día en que tocaron una fiesta en San Casimiro y al finalizar, le metieron en el bolsillo, al guarachero de la Tibisay, 10 bolívares (de los de antes) para que los compartiera entre él y los otros 6 integrantes. Razón tiene el negro España, de contar que en Villa de Cura tampoco les pagaron. Quizás porque eran muy jóvenes.
El guarachero Tomás rindió su tránsito vital el 22 de febrero de 2006, día de San Pascacio; un año después de haber sido jubilado como obrero educacional.



Crónicas de un sancasimireño

Salvador Rodríguez

Emilio en alto vuelo

A Emilio José Boullón Esaá, pícher
récord y artesano de vuelos siderales. In memorian.



Desde que Emilio tuvo uso de razón comenzó a soñar con volar hacia los espacios infinitos. Convencido, estoy, de esa afirmación, porque Emilio, después de grande, nadie lo sacaba de lo que pensaba. Guiado por el dios Ptah se hizo artesano para fabricar los juguetes que soñó cuando niño para surcar el firmamento y saludar ese mundo al cual todo niño sueña con tocar. No pudo volar mientras estuvo en tierra pero comenzó a fabricar cometas que era volar a través de las manos de los niños. Las hizo de todos los colores como ese arcoíris que se halla y no se toca por las lejuras de lo que abarcan los sueños infinitos. Compartió con jóvenes, por mucho tiempo, cuando le tocó trabajar en el liceo San Casimiro, para ese tiempo, la máxima casa de estudios de la población.
Emilio aprendió de la vida y fue un buen ciudadano, no ese del lugar común, cuando se emplea, después que la gente muere: “Era un hombre bueno”. Emilio en verdad fue un ser humano de buen vivir. No tuvo estudios superiores, pero aprendió de la universidad de la vida. Esa que nos enseña cómo debemos vivir porque morir sabemos todos. Inconmensurable el título que otorga: Ciudadano ejemplar. Quizás, no conoció al Emilio de Juan Jacobo Rousseau, ese que enseña cómo deben formarse los hombres. ¿Para qué tenía que conocerlo? Emilio era el Emilio de Juan Jacobo y Emilio marchó por la vida sin saberlo.
Con el tiempo, Emilio se convirtió en un icono, porque según la semiótica, icono: “es el signo que mantiene una relación de semejanza con el objeto representado”. ¿O es qué acaso, Emilio no soñó volar cuando niño, para que sus cometas, después de grande, lo representaran en su soñado vuelo?
Emilio, en el domingo 16 de mayo, faltando 10 minutos para las 7 de la noche, se elevó en crepúsculo secreto, para que no lo vieran. Salió a quedarse en ese firmamento, que soñó con saludar cuando niño. Se elevó hacia la felicidad celeste, como ese juguete que sus manos construyeron para el definitivo vuelo. Faltando escasos 10 minutos para las 7, el brazo de ese gran titiritero, que es el Señor, trozó el pabilo que nos ata a la vida, para indicarle que su función en la vida había concluido. Emilio fue el ingenioso fabricante de cometas para el soñar de niños, porque realmente, cuando se es niño se quiere, o, quizás, ¿el hombre en su devenir por la vida, siempre no ha querido volar?
Emilio, sinceramente creo, que fuiste solamente a ver a Josefa y a Bernabé para mostrarle la linda cometa de tu vida o tal vez andes buscando la hilada de la vida que se te fue hacia la tierra prometida. Y que acá en este pedazo de Sur de Aragua, los que te conocieron, musiten, como dijo el poeta Alberto Hernández, en su despedida al poeta de Pampanito, José Barroeta, de que: “Para allá vamos, allá nos vemos”.




Crónicas de un sancasimireño

Salvador Rodríguez

martes, 25 de mayo de 2010

Gardel en San Casimiro, una historia jamás contada


Salvador Rodríguez *

A la memoria de Eustacio Esaá, el mejor
bailador de tango de San Casimiro.

Cuando Carlos Gardel vino a Venezuela, jamás se supo, que había visitado a San Casimiro de Güiripa. Luego de sus presentaciones en Caracas, fue invitado, por Juan Vicente Gómez, para que permaneciera unos días en Maracay. El día de su llegada, Gómez lo recibió con tanta emoción, que hasta el guante se quitó, para estrechar la mano de Carlos Gardel, Luis Plácido Pizarello y de Rafael Visconti Seijas.
En la Ciudad Jardín de Venezuela, cantó para Gómez, sus familiares y allegados. Visitó Lactuario Maracay, las vaqueras “Las Delicias” y la cuerda de gallos, que con tanto celos cuidaba el mismo General, y que con lujo de detalles contó a Gardel, las últimas peleas que habían realizado. También el General Gómez, le obsequió una fiesta campestre, que fue amenizada por el famoso arpista villacurano Florencio Morales y el cantador cagüense don Julio Pérez.
El benemérito supo en la fiesta que Gardel quería conocer a San Casimiro de Güiripa, ya que a este pueblo llegó, en mayo de 1935, en la limusina marca Packard (propiedad de Gómez), y conducida por el chofer de confianza de Juan Vicente Gómez, el Sr. Manuel Moronta, nativo de Turmero del Estado Aragua.
Desde Maracay a San Casimiro siempre estuvo acompañado de Luis Plácido Pizarello (que lo trajo a Venezuela), de su mánager, el chofer de Gómez, y señalando el camino, conduciendo una motocicleta Indian, el joven Rafael Visconti Seijas. Después de cruzar el río Suata, en el sitio de “Paso Morocho”, entraron por la calle Miranda (Rehabilitación Nacional en el Gobierno de Gómez), hasta estacionarse enfrente del bar “El Placer del Bachaco”, propiedad de su amigo de juventud, el Sr. Francesco Honorato Visconti.
Gardel bajó y cerró la puerta de la limusina. Abrió más los ojos y quedó admirado por lo que veía. Una calle larga de piedra que se perdía entre el frente de la casa de Andrés Manzo y los árboles de mamón enfrente de la tienda “La Bohemia”. Se sacudió el polvo del camino y se vino hasta pararse en medio de la calle para mirar el cerro La Cumaca y después volteó para preguntar el nombre de otro cerro que la neblina arropaba a medida que el día engullía la tarde. Desde el fondo del Bachaco una voz respondió: Camburito y viene anunciando un palo de agua.
Al rato entró al bar y estrechó la mano (del que había respondido) de don Antonio Torrealba (el Góngora de San Casimiro), y don Nicolás Guevara Díaz, quienes hacían el periódico “La Voz de Aragua”. – Y ¿acaso usted vino a cantar? Preguntó don Antonio, que estaba sentado en una silleta cerca del mostrador. – No – contestó Gardel – He venido solamente a conocer el lugar donde vive mi amigo Francesco y que mañana, con todo gusto, les contaré como nos hicimos amigos.
A la mañana siguiente, muy temprano, Gardel subió a la plaza Bolívar. Miraba los mangos, los mamones y las malaguetas. Caminó por sus avenidas y se dio cuenta de que los bancos de sentarse tenían nombres (de los patrocinantes de su construcción). Plácido ¡mira este! (el banco tenía el nombre de HL Boulton). ¿Ese no es el nombre de la casa comercial donde trabajó Francesco? Claro Carlos – afirmó Rafael.
Vamos a tomarnos una fotografía en ese lado de la plaza, donde quede como fondo aquella casa hermosa – señaló Gardel. Era la casa de los Padrinos (donde luego estuvo el cine), y que, según cuentan, a su dueño, el Sr. Padrino, se lo tragó el llano, ya que más nunca regresó. Al lado de esa casa estaba la bodega del Dr. Parilli.
Casi a las 10, bajaron a desayunar al Bachaco. Sentados, en el corredor, la plana mayor de “La Voz de Aragua”, don Antonio Torrealba, Nicolás Guevara Díaz, Eleazar y Luis Roberto Casado, el poeta Augusto Padrón y Pastor Rodríguez Manzo, también poeta sancasimireño.
“Amigos, buenos días (se escuchó la voz de Gardel), ahora les cuento cómo vine yo a parar a este hermoso pueblo. Francesco y yo, nos conocimos y trabajamos juntos en el teatro Colón de Buenos Aires. El era empavonador de arañas y yo tramoyista, es decir, ustedes saben, el limpiaba las lámparas y este servidor, cambiaba el escenario. Francesco siempre ha sido un buen leal amigo y yo, santifico esa lealtad con mi presencia. Por eso estoy aquí, y mañana, Dios mediante, regresaré”.
Francisco, el padre de Francesco Honorato, fue uno de los jefes de la policía durante el gobierno del General Juan Manuel de Rosas. A la caída del régimen tuvo que irse porque las cosas se pusieron malas para la familia. En Italia nació Francesco Honorato y que al mejorar la situación regresaron a Argentina. Francesco y Carlos se conocieron y trabajaron juntos en el teatro Colón. En este sitio surgió la entrañable amistad.
Al tiempo, Francesco Honorato se vino para Venezuela y Carlos comenzó a cantar. Se hizo famoso y llegó en gira a Venezuela. En Caracas se alojó en el Hotel Majestic (donde felicitó a la sancasimireña Susana Esaá por lo bueno que cocinaba). Un día Francesco fue a entregar un pedido de la casa comercial donde trabajaba y se reconocieron. Francesco le dijo que vivía en San Casimiro y que se había casado con Amelia Seijas, heredera de la hacienda Guare. Fue en esa conversación donde quedó comprometido Gardel de visitar a San Casimiro de Güiripa.
Corría la cuarta década del siglo XX y se cumplían 10 años de la trágica desaparición de Carlos Gardel cuando Rafael Visconti Seijas tuvo la idea de realizar un rally de Caracas a Buenos Aires, para colocar una placa en la tumba de su ídolo y amigo en el cementerio “La Chacarita” donde está enterrado. El rally no se pudo realizar, ya que el otro organizador, Antonio Hueck Condado, le dio un infarto. La placa quedó un tiempo guardada ya que Rafael no le gustaba viajar ni en barco ni en avión.
Al tiempo, el periodista José Visconti (nieto de Francesco Honorato), le tocó cubrir un evento deportivo en Buenos Aires. Su padre Rafael, le dijo, que era la oportunidad de colocar la placa a su amigo y José se la llevó. Cuando llegó a la capital de Argentina le informaron de que no estaba permitido colocar nada en la tumba de Gardel. Las esperanzas se le escapaban a José, pero, como dice el dicho, de “el que anda en buenas acciones Dios lo ayuda” se le presentó la gran oportunidad. Mandaba el General Rafael Videla, y en una rueda de prensa, José se entrevistó con él. Videla lo escuchó y lo refirió a un edecán, a quien el periodista le contó de la amistad de Gardel con su abuelo y su padre. A los 3 días el teléfono de la habitación de José repicó. José brincaba de la alegría por lo que escuchaba a través del auricular: José Visconti, puede ir a colocar la placa en el cementerio “La Chacarita”.
En la década de los 80, el periodista, Guillermo José Schael del diario El Universal, comentó en su columna “brújula” de que Luis Plácido Pizarello le había dicho “de que Gardel se había llevado un buen recuerdo de San Casimiro de Güiripa y que cuando volviera sería para comprar un terrenito para hacer una finquita”.

Información Oral
Bastardo, Wladimir, Radiodifusor.
Conversación privada en la emisora GEMA, San Casimiro, mayo 2008.

Bolívar, Pedro Modesto, Historiador.
Conversación en la biblioteca Santos Michelena, Maracay, febrero 2010.

Monasterio, Manuel, Historiador.
Conversación en la casa Ezequiel Zamora, Cúa, agosto 2009.

Visconti, José, Periodista.
Conversación en el diario deportivo “Meridiano”, Caracas, agosto 2009.

* Cronista Oficial de San Casimiro.

Plaza Bolívar de San Casimiro
Foto Nieves

Placa en la tumba de Gardel llevada por sancasimireños

jueves, 25 de marzo de 2010

Bodega Esquina Miraflores

Al don apacible de Santos Reyes, Pancho
Hurtado y Alcides Valero que lidiaron
con buenos y malos humores.

En 1920, el Sr. Martín Corrales establece al final de la calle Miraflores (bajando desde la plaza) la bodega Esquina Miraflores. El nombre de esta pulpería, se debe al sitio donde nació Joaquín Crespo, como también el de la calle enfrente del establecimiento. Los habitantes de San Casimiro de Güiripa vivían, para esa época, del recuerdo de aquellas historias del General Guerra al lado de Joaquín Sinforiano de Jesús Crespo Torres el cual nació en Miraflores de Guacharacas de San Francisco de Cara. Quizás contaban los pormenores del fusilamiento del General Rafael Blanco, hecho ocurrido frente a la plaza, y donde estuvo el Taita Crespo acompañado de los generales Guerra y Pietri. Vivían de las glorias del pasado a pesar de los retratos de Juan Vicente Gómez en las casas de los sancasimireños y de ese otro donde está montado sobre el caballo fogonazo que presidía el salón de sesiones del Concejo Municipal.
Don Martín Corrales es descendiente de aquellos pobladores que encontró el Obispo Martí a su llegada en 1783. Diez de las 94 casas, que estaban en pie en esa fecha histórica, pertenecían a la familia Corrales, cada una con jefe de familia. Probablemente Martín Corrales haya sido hijo o nieto de don Felipe Corrales, gran colaborador de la Iglesia que comenzó a construir el cura José de los Ángeles Gamarra.
Martín Corrales fue un destacado músico que junto a los hermanos Machado, Marcelino Armas, Luis Roberto Casado, Félix Peña, Eleazar Casado, Ciriaco Rojas, Luis Alberto Peña y don Ernesto Vargas “el de la flauta mágica y líricas composiciones”, amenizaron con las mejores retretas y recogieron el alma de los sancasimireños en tiempos de Semana Santa. Fue director brillante de esta agrupación el distinguido compositor don Gil Fonseca.
Entre las atenciones a la bodega, los ensayos musicales y la asistencia al salón de sesiones del Concejo Municipal (quedaba a dos casas de la bodega) transcurría la vida de este honorable sancasimireño. Don Martín Corrales fue Concejal entre los años 1922 y 1925 junto a Pedro Manuel Álvarez Vera, Antonio Torrealba, Nicolás Guevara Díaz, Ramón Emilio Guerra, Francisco Villasana Rodríguez y Jesús María Hidalgo Lecuna. Participó en decisiones importantes en el Concejo Municipal de San Casimiro de Güiripa. Entre estas, dos hechos históricos tocaron el ejercicio edilicio de esta extraordinaria persona. El 30 de junio de 1923 es asesinado el Vicepresidente de la República Juan Crisóstomo Gómez. El otro hecho es la visita del Obispo Lucas Guillermo Castillo Hernández que le dispensa a su pueblo después de ser nombrado Obispo de la Diócesis de Coro. En los dos acontecimientos deja constancia con su firma don Martín Corrales. En el primero extiende el pésame (por telegrama) al presidente Juan Vicente Gómez y en el segundo firma un acuerdo (14 de octubre de 1923) para recibir en noviembre al “virtuoso levita” que se reunirá con su pueblo natal.
Casi 5 años estuvo Martín Corrales al frente de la Bodega Esquina Miraflores. En el tercer trimestre de 1925 le vende al Sr. Ramón Marrero Liendo (Presidente de la Junta Comunal de Valle Morín). El 1º de junio de 1936, la bodega es comprada por el Sr. Ricardo Seijas, como negocio “mixto de víveres, frutos y licores” al por menor bajo la firma de Ricardo Seijas. Luego en el segundo trimestre de 1951 compra la bienhechurías en terreno municipal y en 1972 compra el terreno al Concejo Municipal. En los 48 años que fue dueño el Sr. Ricardo Seijas, estuvieron como dependientes los señores Santos Reyes, Pancho Hurtado y Alcides Valero, este último entre los años 1969 y 1984. En los últimos meses de 1984, el Sr. Ricardo Seijas vende el negocio al Sr. Marino García y a su esposa Reyes Jiménez de García quienes lo conservan por 12 años. En 1996 el Profesor Teófilo Mendoza Plata le compra a los esposos García Jiménez esa histórica reliquia comercial. Estará Mendoza Plata por espacio de 2 años para venderlo el 30 de marzo de 1998 al Sr. Pedro José Narváez Álvarez.
La Bodega Esquina Miraflores, que en este año cumple 90 años de existencia, está en manos del Sr. Alí Aurelio Castro Gámez; integrante de la directiva de la Cámara de Comercio de San Casimiro de Güiripa y destacado beisbolista, quien la compró en octubre del año 2000. En el año 2009 el Sr. Alí Castro, buscando adaptar el negocio a los nuevos tiempos, decide cambiarle el nombre. Comienza bajo una nueva identidad: “Donde Maquinita”, pero todavía conservando su nombre originario en el corazón de los sancasimireños. Después de la Perseverancia, el negocio más antiguo de la población. El nombre nuevo, “Maquinita”, se debe al apodo que le colocaron al Sr. Alí Castro cuando este jugaba beisbol.





Crónicas de un sancasimireño

Salvador Rodríguez

4 de marzo

Todos dejaron testimonio firme de

la mágica cita con la tierra.

Miguel Ramón Utrera.


Esta es una fecha de inagotable importancia en la historia local y es bueno que se muestre cuando San Casimiro de Güiripa celebra sus fiestas patronales. El 4 de marzo es (para mí) el día de mayor significación en la vida de los pobladores de esta chamuscada hondonada. El obispo Mariano Martí llega a este sitio el 20 de mayo de 1783 y es en la estancia que le da don José Reyna donde le echa un vistazo al libro de los santos. Lo examina detalladamente y lee que el pasado 4 de marzo se había cumplido 300 años de la muerte del santo lituano Casimiro. Desde ese mayo de 1783 comienza a llamarse San Casimiro de Güiripa y a celebrar sus fiestas religiosas a partir de 1786 ya que probablemente el primer cura Joseph Raphael Ortíz de Zaráte, quien llegó el 25 de mayo de 1785, le habría dicho a los feligreses de que debían celebrar sus fiestas patronales el 4 de marzo.

Dice un proverbio chino de que: “un largo camino se inicia con un paso breve”. Hoy a 227 años de aquel paso breve de Mariano Martí por la población han sucedido otros de especial relevancia que van delineando la historia de esta comarca.

Otro suceso interesante ocurrió el 4 de marzo de 1834. El Arzobispo Ramón Ignacio Méndez llegó el 28 de febrero del año antes citado. En esta visita el Arzobispo exhorta a los vecinos a que construyan la iglesia que había sido derribada por el terremoto de 1812. Igualmente dictaminó que la piedra de Ara estaba excecrada, sin decir la causa, y la mandó a retirar. Esta piedra de Ara fue enviada a San Francisco de Cara junto el equipaje del Arzobispo. El día 4 de marzo no se pudo realizar la misa ni la festividad del Patrono. Esta situación causó gran asombro y un descontento entre la feligresía, a la que hubo de explicarle que: “según las disposiciones litúrgicas no se puede celebrar misa sino sobre la piedra de Ara, porque contiene en su centro reliquias de algún santo”. Los vecinos quedaron conformes y algunos se dirigieron a sus casas.

El general Rafael Urdaneta, hijo del prócer, y jefe de las fuerzas federales del centro se dirige el 1º de marzo de 1862 a San Casimiro para atacar a Eulogio Gamarra, comandante federalista y nativo de San Casimiro. Ese día se produce un tiroteo entre las tropas del insubordinado Gamarra y los soldados de Urdaneta. Gamarra se va en retirada y Urdaneta se marcha a Cúa para atacar a las fuerzas del Gobierno (mandaba Páez). En las quebraditas, Urdaneta intercepta un correo de Gamarra donde este le manifiesta al comandante Rodríguez Gutiérrez de atacar los dos a Urdaneta. Advertido el hijo del prócer se devuelve para San Casimiro y lo derrota en este sitio el 4 de marzo de 1862 a las 3 de la tarde.

En otro 4 de marzo pero de 1875 se comienza a construir la majestuosa Iglesia de San Casimiro. En el sermón de la santa misa del Patrono San Casimiro, el Cura Dr. Juan José Tovar le propone al pueblo reunido la construcción de un nuevo templo. Al finalizar las ceremonias invita a la concurrencia a realizar un cabildo abierto. Ese día se nombra una junta por Aclamación que preside el Cura Juan José Tovar y la integran además, los señores: Lorenzo Zamora Carpio, Manuel Castillo, General Laureano Carballo, José Vicente Garbán, General Ramón Guerra, Alejandro Jiménez Acosta, Diego J Hidalgo, Demetrio Domínguez, y como tesorero, Lucas Castillo.

Hoy en este 4 de Marzo se está en deuda con estas fechas. Ni siquiera una plaquita modesta que informe de la huella que dejaron del paso por la vida de este pueblo que perpetúe con nombre propio de sus actores la tranquila eternidad. Es bueno que estas generaciones conozcan para que aprendan y puedan hacer suyas las palabras de Octavio Paz de que: “La búsqueda de un futuro termina con la reconquista del pasado”.





Crónicas de un sancasimireño


Salvador Rodríguez

miércoles, 24 de febrero de 2010

Huéspedes Ilustres

Desde 1783 han llegado a la población de San Casimiro de Güiripa ilustres visitantes. Unos lo han hecho por el deber y otros por cortesía. El primero en llegar es el Obispo Mariano Martí el 20 de mayo de 1783. Había en ese entonces un poco más de 500 habitantes y al año siguiente en un censo realizado entre el 10 de marzo y el 18 de junio había 94 familias para un total de 600 personas (entre estos algunos esclavos). Al ínclito Prelado se le debe la fundación de San Casimiro y el nombre de la población.

Cuando San Casimiro tenía 101 años vino al poblado el Arzobispo Ramón Ignacio Méndez, destacado prócer de la independencia y amigo personal del libertador Simón Bolívar. Fue el primer Arzobispo de Caracas luego de la independencia. Esta visita la realizó el 28 de febrero de 1834; concede en este día varias indulgencias, entre estas “80 días por rezar un Padrenuestro ante cualquiera de las tres imágenes del Santo Patrón San Casimiro, la que estaba en el Altar Mayor y las dos de la Sacristía”. En el mismo 1834 realiza una segunda visita. Llega el 31 de diciembre y pasa varios días en la población y le cantan aguinaldos y come hallacas.

Otra de las estancias que es digna de mencionar y que dejó una estela de comentarios es la del Presidente Antonio Guzmán Blanco. En 1873 llegó para inaugurar la carretera Cúa – San Casimiro y en cuya construcción, desde San Casimiro al Yagual, trabajaron don Manuel Castillo y el General Ramón Guerra como inspector y administrador de la obra. Cuenta la historia de que el Cura Dr. Manuel Felipe Rodríguez fue el encargado de realizar un arco y que en la parte superior debía llevar la inscripción siguiente: “Guzmán Blanco es la paz”. Ese día todo era algarabía en la entrada del pueblo y nadie notó que una letra se había desprendido. Al llegar Guzmán y pasar por debajo del arco, leyó: “Guzmán es la pa” y mirando a la gente manifestó: “Conque yo soy la lapa… bueno si… pero ustedes son los cachicamos”.

– Las mismas palabras cuando mandó a fusilar a Matías Salazar – le dijo el cura al General Laureano Carballo.

El 29 de octubre de 1899 se produce la visita del General José Manuel Hernández (El mocho) y es recibido con banquete, música y baile en la casa Padrinera (frente al Banco de Venezuela y al lado donde estuvo el cine). Este agasajo al mocho Hernández trajo enormes consecuencias para los pacíficos pobladores ya que fue saqueado el comercio por las tropas del gobierno.

En mayo de este año se cumple tres cuartos de un siglo de la estancia de Carlos Gardel en San Casimiro de Güiripa. El “Zorzal Criollo” llega a la Guaira el 25 de abril de 1935. Después de realizar sus presentaciones en la capital de la República se traslada a Maracay en el mes de mayo, invitado por el Presidente Gral. Juan Vicente Gómez. Allí estuvo alrededor de 3 días, contando chistes y cantándole, al hombre fuerte de Venezuela, lo mejor de su repertorio. Fue tanta la emoción que sintió Juan Vicente Gómez que se desprendió del guante para estrechar la mano de Gardel. Entre la comitiva que acompañó a Carlitos a Maracay estuvo el sancasimireño Rafael Visconti Seijas, hijo del gran amigo de Gardel, el Sr. Francisco Visconti. Juntos trabajaron en el teatro Colón de Buenos Aires. Gardel como tramoyista y Francisco Visconti como empavonador de arañas. Gardel debe haberle dicho a Gómez de que quería venir a San Casimiro, ya que el General Gómez le asignó un automóvil con chofer para que los trasladara. A San Casimiro llegó una tarde de mayo, acompañado de Rafael Visconti Seijas y del que sería después un gran narrador deportivo: Luis Plácido Pizarello. Se alojó en el Placer del Bachaco que era de Francisco Visconti. A la mañana siguiente conoció la Plaza Bolívar que estaba en construcción y se tomaron fotografías al frente del cine, pero dentro de la plaza. Según cuenta el desaparecido cronista Guillermo José Schael en su columna “Brújula” del diario El Universal, “de que Carlos Gardel le comentó a Luis Plácido de que quería comprar un terreno para hacer una finquita y que el pueblo de San Casimiro le gustaba mucho”.



Crónicas de un sancasimireño

Salvador Rodríguez