martes, 5 de mayo de 2009

EL RÍO SUATA



A la memoria de esas mujeres,
ciertamente mujeres hacendosas.


El vocablo Suata o Zuata se puede escribir con ese o con zeta (En La Gazeta de Caracas del 24 de febrero de 1.809, aparece escrito Zuata). Pero no es la palabra lo que permite hilvanar esta crónica, sino la contaminación y el abandono en que se encuentra el río Zuata, el de más caudal en San Casimiro de Guiripa. Otrora torrente que albergó en sus orillas de tardes inolvidables a sancasimireños y otros venidos de ciertos lugares desconocidos para estos lugareños de antaño. El río lo han venido deshilachando y ya no tiene la colcha de agua que solía mostrar en toda su belleza. Se le ha convertido en el recogelatas de los ríos sancasimireños.

El río Suata o Zuata nace en las montañas azulosas de Golfo Triste, sitio de una belleza escénica, de donde se viene bajando y en juntura con una quebrada origina el nombre de Las Adjuntas. Sigue su recorrido de cuenca de drenaje al verter dentro de su cauce, las aguas la quebrada de Polanco o la Ramonera, que tiene su naciente en las filas de Polanco. Más adelante en el paso de la Ciénega, la quebrada de Las Rosas vierte sus aguas en el río zuata. Continúa su ruta de vida y al pasar por Boca del Negro, sus aguas son bañadas por las torrenteras que bajan de El Negrito.

Desde su cabecera hasta llegar casi a San Casimiro trae en su caudal contaminantes biodegradables, los cuales se descomponen con relativa rapidez o facilidad. Al llegar a San Casimiro es recibido con el mayor desprecio y que al peor desagradable visitante no se le da el trato que se le da al río Suata. Los que habitan estos tiempos son ingratos ya que este noble torrente sirvió en épocas pretéritas para que las heroínas de las bateas incómodas lavaran la ropa entre sus aguas limpias y provechosas.

Cerca del río quedaba el lavadero que estuvo ubicado entre la casa del Deporte y la oficina del desaparecido MAC. Cuando el lavadero estaba muy concurrido, las mujeres se iban al río y un poco más allá del puente colgante “Padre Castillo” mojaban la ropa y la piedra grande servía de batea para estregar.Eran tantas esas mujeres hacendosas que pasaban mañana y tarde dentro de las aguas del Zuata. Allí lavaron las tías, María Gómez, Ana María Hernández, María Marichal de Jiménez y Carmen Domitila Jiménez. También lavaron en su torrente, Berta de Cáceres, Eleuteria (chela) Delgado de Díaz, Victoria Rodríguez, la esposa de vidú, Altagracia Arguinzones y sus hijas María Lourdes y Ricarda. Igualmente lo hizo Patricia Ruiz, mientras el negrito Pedro se metía una y otra vez entre las aguas del río. Asimismo lo hicieron Ana Carvajal de Alvis – la esposa de Sixto-, Encarnación Parra de Luque, Ana Josefa García, quien pescaba y llevó muchas veces el salao para su casa. Otra mujer que lavaba fue Evangelista Silvera de Valero quien llegaba a las seis de la tarde después de tejer casi todo el día un sinnúmero de capelladas .Cuando en el lavadero no cabía una mujer más, tomaban las bateas para lavar al día siguiente y lo hacían empapando una pieza de la ropa que enrollaban como si estuviesen amasando la harina para hacer el pan de trigo. Hay un dato importante y que es digno de resaltar, no se robaban la ropa. ¡Qué tiempos aquellos diría, Celestina!.

En el Zuata, muchos eran los pozos donde se bañaban sus pobladores. Entre los pozos de renombre estuvieron el pozo El Guamo, que estaba cerca de la casa donde vive actualmente José Agustín Riobueno (el catire) y un poco más allá, el pozo de la Caña Amarga. En la orilla del río, detrás de la casa de Rafailito Barrios se hacía adobes para la construcción de viviendas.

Hoy el río Suata está abandonado y lo han convertido en un basurero. Es un sitio que en el día te detesto, pero te soporto y en la noche te cobijo con basura. Ayer fuiste río provechoso, hoy eres mancha de aceite. Ayer fue hogar de peces, hoy es depósito de cuantos cachivaches se les ocurra lanzar a los sancasimireños de ahora, que son más estudiados que las pasadas generaciones. Hoy día algunos sacan arena y recogen piedras que venden y le pagan al río con peroles, escombros y cauchos desvencijados por el uso.

Aquí llega el río con sus contaminantes biodegradables y se le entrega en su viaje el regalo de los no biodegradables. Los habitantes de la localidad de San Casimiro padecen de ceguera colectiva y les falta la solidaridad que pone en tela de juicio todo lo que han estudiado sus hombres y sus mujeres.

En San Casimiro se junta con las aguas de el Toronquey y luego con el Guiripa que trae en su torrente el agua de Guambra, hijo del Topo los Araguaneyes. Luego de recoger todas las aguas se marcha el Suata para entregarse al Guárico y convivir juntos en el embalse de Camatagua. Es tan noble este Zuata que se devuelve para mitigar la sed de los que habitan en este valle de ciegos y faltos de solidaridad para con el harapiento río en que se le ha convertido.



Crónicas de un sancasimireño



Salvador Rodríguez









1 comentario:

José Gabriel Acosta dijo...

Llama poderosamente la atención su historia, sobre todo por ese llamado de atención a las nuevas generaciones estudiadas y los que se incorporan a la vida del pueblo...le felicito y ojalá la voluntad política divulgue esos mensajes de conservación del acervo ecológico e hídrico que posee el Valle "jocoso" de San Casimiro que paradójicamente tiene problemas con el agua potable pero que incansablemente entre Camburito y La Cumaca sirve de puerta a nuestros majestuosos Llanos Venezolanos!!!!!!!!!