sábado, 4 de octubre de 2008

Castillo Lara, Montejo y la Provincia

Cualquiera Puede Hacer Historia; pero
Solo Un Hombre Puede Escribirla.
Oscar Wilde.

En estos junios sin lluvia. En estos junios cuando los cielos se tornan cenizosos y los truenos zumban sus cóleras en fogonazos eléctricos para alumbrar los desbarrancaderos del cerro los Araguaneyes y este cielito mío se vuelve mucho más negro, señal de comienzo de diluvio sancasimireño y que por un rapto de los vientos se marchan sin despedirse hacia los cielos de la Purísima Concepción de Camatagua.
Allí desparraman sus aguas que tanto se quiere para estos cielos engendrando en las almas barrancos de nostalgias. En este junio donde los vientos barren sueños de agua y estos ya no son sueños y el agua ya no es agua porque embarca, ya no estará Lucas Guillermo Castillo Lara para solemnizar su cumpleaños número 87.
Lucas Guillermo vive en las lejuras redondas, esas mismas de las que habló y que ahora habita el bienlogrado poeta Eugenio Montejo. Llegó allí, el 5 de Junio, para decirle a nuestro poeta Lucas Guillermo Castillo, de que “dura menos un hombre que una vela”, pero que estas 87 velitas en tu cumpleaños sirven para eternizar la lumbre de tus obras.
Allá e esos cielos, donde estos no son negros ni feos, donde no hay veletas que señalen rumbos de esos cielos quietos, llegó Montejo acompañado de Orfeo para hacer de la muerte una celebración. Le tiende la mano al decirle: “aquí están mis amigos, Blas Coll, Tomas Linden, Sergio Sandoval, Lino Cervantes y Eduardo Polo que no quisieron quedarse con el vendedor de flores de Galipán”. Y seguirá la amena conversa sobre el Cristo de San Casimiro y el pueblo con sus calles rotas que hacen de esta Comarca, un pueblo viejo entre montañas viejas. ¡No puede ser! - Diría angustiado Lucas – “San Casimiro es un pueblo nuevo entre montañas viejas”.
De allá de la tierra de Guiripa donde la leyenda de Quirpa hizo de esta tierra, santuario musical de Aragua, nació Lucas Guillermo Castillo Lara el 23 de Junio de 1921. De esta tierra colmada de bucares y rosas de montañas y donde un balcón sirve para soñar al ver pasar a los arrieros que iban hacia los llanos o Caracas y que traían noticias de las guerras y echaban cuentos que quedaron en su mente para luego ser contados por este gran historiador de sitios y lugares ignorados deliberadamente por historiadores bañados de inquina.
Lucas es menos conocido por su poesía, que si llegó a escribirla como la “Del Agua Mínima” y que antes de este y luego del “Fermín Toro”, escribió “Cuando los Pasos Afincaron su Rumor”. En este libro primicerio hallamos crónicas, discursos y poesía, y confiesa su pecado de escritor de versos sin ser poeta. ¡Claro que lo fue! Y allá está Montejo. Lucas, “la Tierra giró para acercarnos” – dirá Montejo – y Lucas añadirá “Cuando yo me vaya me tenderé sobre la tierra”. Es verdad, Lucas, estás tendido en la tierra junto a tu valiosa obra monumental.

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