miércoles, 15 de abril de 2009
Cementerios - Primera Parte -
cambiar de residencia
Horacio.
No se puede asegurar en realidad cuantos cementerios ha tenido la población. Esta crónica pretende dar a conocer los sitios donde han estado los más viejos y en otra entrega, el año en que se comenzó a construir el actual cementerio. Se ha escuchado fuentes orales como también consultados libros y revisados actas en el Concejo Municipal de San Casimiro.
En los años de comienzo de la población estuvo el primero de los cementerios donde está actualmente la casa parroquial edificada por los padres Claretianos. En la época de la conquista, los españoles establecían los cementerios cerca de las iglesias y muchas veces en el mismo recinto de los templos. A San Casimiro de Güiripa no lo fundó un conquistador, sino un sacerdote español – Mariano Martí – y tenía la misma costumbre que los conquistadores.
Después que desapareció el cementerio del lado de la iglesia, se construyó una casa de habitación que en diferentes épocas fue tienda de Lope Medina – natural de Cúa -, Mariano Carrera tuvo una tienda y también estuvo allí la farmacia “Santa Cruz” – quizás el dueño fue el concejal Enrique Santa Cruz o de un antepasado suyo - , y el botiquín de Narciso Crespo, que fue uno de los primeros en colocar billares en su negocio, resultando una innovación en esos tiempos.
Un segundo cementerio estuvo en la calle El Carretero o Ricaurte, desde la casa de Pedro Meza hasta la casa de Juan Reyes – ambos difuntos -. El cementerio se encaramaba más arriba buscando el alto del cerro. Muchos entierros deben haber mirado los ojos del músico Eduardo Gamarra que permitieron imaginar un réquiem para un amigo desaparecido. Igualmente don Antonio Ustáriz debió saber leyendas de ese cementerio o ver estirarse bien temprano en la mañana cuando asomaba en su rancho la recordada María “La manca” que luego de emperejilar su mano derecha y su mano izquierda que la tenía defectuosa, solía pilar las cuartillas de maíz en casas de familias. Cuenta Rafael Castro que María “La manca” tuvo su rancho entre las tumbas del cementerio. O el general Espíritu Santo Hernández que al mirar el sepelio recordaba como a tantos de sus soldados no se le dio cristiana sepultura. También pudo presenciar la procesión detrás del ataúd, el quiromántico Pablo “El llanero” que bajo el frondoso samán buscaba adivinar quien sería el próximo muerto.
Hubo otro camposanto por los lados de la escuela “Augusta Carballo de Blanco”, desde donde está hoy el plantel hasta la casa del difunto Carlos Manuel – Evencio – Paredes. Muchas familias hallaron osamentas cuando construyeron sus viviendas, cuentan que una vez un perro llevaba entre su boca uno de los huesos y fue perseguido por uno de los vecinos para quitárselo y poder enterrarlo de nuevo para que el muerto no anduviera penando.
El penúltimo cementerio se fundó en la entrada del pueblo viniendo de San Sebastián de los Reyes. Allí están enterrados muchos sancasimireños y otros que escogieron a este pueblo para acrecentar sus esperanzas. Este camposanto se llamó “la trampita” que originó el nombre del barrio donde viven numerosas familias. En esa entrada del pueblo están muchos que fallecieron en el siglo XIX cuando San Casimiro de Güiripa fue arruinado por epidemias que acabaron con un sinnúmero de sus pobladores. De este cementerio no se pueden dar esperanzas, de cómo lo llamaban, pero en las actas del Concejo Municipal de 1906 aparece una lista de acreedores de la Corporación y entre ellos hay uno que dice textualmente: “Igual cosa se hizo con los recibos de los celadores del cementerio Benjamín Hernández resultando ser acreedores por ciento noventa y dos bolívares” - 192 - . ¿Se equivocó Mariano Carrera? No se afirma ni se niega. Allí está su nombre asomando después de permanecer en silencio y por más de un siglo.
En la próxima entrega se escribirá sobre el cementerio actual.
Crónicas de un sancasimireño
Salvador Rodríguez
EL CEMENTERIO LAS PALMAS
No aclaran las actas del Concejo Municipal si el nuevo cementerio comenzó a construirse en 1.910, pero si establece, conforme lo dispone la ley Orgánica del Poder Municipal de que el Concejo “está en el deber de crear las rentas municipales y que conforme a esta disposición establece el derecho de sepultura que debe pagarse 3 bolívares por los adultos y 1 bolívar por los párvulos como también la conservación y mejora del cementerio”.Es entre los años 1.910 y 1.911 que comienza a idearse el nuevo cementerio y que más adelante va a llamarse cementerio “Las Palmas”.
En el año de 1.911, comienza a construirse el nuevo cementerio, ya que en la sesión del Concejo Municipal del 10 de Agosto de 1.911, presidida por el segundo Vicepresidente Antonio Valero Carrera se da cuenta “de una nota de la Presidencia y miembros de la Junta Inspectora de la construcción del nuevo cementerio, en la cual suplican que la Municipalidad, les preste su apoyo moral y material a fin de llevar a efecto dicha obra”. En esta misma sesión “se acordó que se conteste al Presidente y miembros de la Junta Inspectora del nuevo cementerio, que la Municipalidad prestará con demasiado gusto su apoyo moral y material a la nueva obra y que desde la presente fecha, pone a su disposición todos los materiales que contenga una pequeña casa propiedad Municipal, situada a inmediaciones del actual cementerio (La trampita o Benjamín Hernández?); a la cual no le faltan un mil quinientas tejas, horcones y viguetas para andamios y una pequeña”.
La construcción del nuevo cementerio se llevaba con muchas interrupciones originadas estas por los problemas que confrontaban las rentas y también por problemas políticos que eran bastantes en esos tiempos. En una Sesión ordinaria del 18 de noviembre de 1.911,”se dio lectura a un proyecto de acuerdo presentado por el concejal Carrera, relativo a protestar contra la nota discordante lanzada por el Gral. José Manuel Hernández (El mocho) y dar un voto de adhesión política y personal al Gral. Juan Vicente Gómez en su carácter de primer Magistrado de la Nación”.Este proyecto se aprobó y se remitió una copia de él con oficio al ciudadano secretario Gral. del Gobierno del Estado”.
En la sesión ordinaria del Concejo Municipal del 11 de agosto de 1.912, presidida por Francisco Nieves “se acordó por unanimidad nombrar una comisión fuera de su seno para la construcción del nuevo cementerio y resultaron electos los ciudadanos doctores Manuel Mele y José María Zamora, concejal Manuel Ledezma y Rosalio Castillo, a quienes de oficio se les comunicará el nombramiento y se les enviará original el proyecto de la resolución “. El 5 de agosto de 1.914 en una sesión presidida por Francisco Nieves, se lee una comunicación del 1º del corriente donde el jefe civil “manifiesta su deseo de terminar la obra del nuevo cementerio y que se oficie al señor Pedro Manuel Álvarez, actual encargado por la junta directiva, a darle impulso a dicha obra o a la entrega de ella y destinar los mil bolívares, apartados para el fomento a la referida obra”.
El 14 de diciembre de este mismo año, el Concejo Municipal dispuso por mayoría la erogación del Tesoro del Fomento la cantidad de 400 bolívares para la compra de materiales para la obra del nuevo cementerio. El 5 de noviembre de 1.915, el Concejo Municipal acuerda una ordenanza y tarifas sobre cementerios donde se establece entre otras cosas que “el cementerio estará a cargo de un celador administrativo cuyos deberes son cumplir las ordenanzas municipales”.Este acuerdo dice en su artículo 1º lo siguiente:”las inhumaciones no podrán verificarse sino en el cementerio y a las horas de ley, salvo los casos de epidemias, en que la autoridad habilite a tal fin otro lugar”.
En una sesión del Concejo Municipal del 3 de Febrero de 1.916, el Presidente Pedro Manuel Álvarez, propuso dictar “una resolución sobre la concesión de terrenos en el nuevo cementerio a todas aquellas personas, que para su construcción, hayan contribuido con 200 bolívares en adelante”, la cual fue aprobada por unanimidad y se nombró una comisión redactora de dicha resolución, compuesta por el Presidente, el concejal Nicolás Guevara y el secretario de la corporación. La comisión “acordó extenderlos a todas aquellas personas que hayan contribuido con 100 bolívares”.
El 9 de Febrero de 1.916, el Concejo Municipal da a conocer en un considerando “ que un grupo de ciudadanos de este municipio capital iniciaron , con motivo del primer centenario de la independencia, construir una capilla que, a la vez que fuera un homenaje al libertador Simón Bolívar y demás héroes de nuestra magna guerra, sirviera de portada a un cementerio para esta población y entre otras cosas resuelve en siete artículos el decreto del funcionamiento y del cual se cita el artículo 7 que dice textualmente:” Esta ley empezará a regir tan luego sea puesto al servicio público el nuevo cementerio”.En la sesión ordinaria del día 17 de julio de 1.917, hubo cuenta “ de una manifestación de los ciudadanos Rosalio, Eladio Vargas y Alfonso Echezuría R donde manifiestan que murió su padre señor Eliseo Vargas, y que exigen se les permita darle sepultura al cadáver en el cementerio “Las Palmas”, comprometiéndose a regalar la suma de 400 bolívares para ayudar a los gastos de la cerca”.El Concejo de mutuo acuerdo dispuso acceder a la petición de los nombrados, por encontrarse la junta escasos de recursos para continuar dicha obra, y por faltar solo dos meses para ser puesto este al servicio público, y de poner en vigencia el decreto dictado por la municipalidad con fecha cinco de noviembre de mil novecientos quince.
Más adelante, el 17 de diciembre de 1.917, se acuerda en sesión presidida por Alberto Peña, la reconstrucción del cementerio público. Lo que acaban de leer es la historia de la construcción del Cementerio “Las Palmas”, y que muchos de los que viven en San Casimiro de Guiripa desconocen su nombre. Es hora ya, de que se le coloque en su entrada el nombre de Cementerio “Las Palmas”, ya que este lugar definitivo está próximo a cumplir un siglo de existencia.
Crónicas de un sancasimireño
4 de Marzo de 1875
Si no fuera por los soñadores
¿Qué sentido tendría todo esto?
Gustavo Pereira en La fiesta sigue.
La primera Iglesia de San Casimiro de Güiripa se levantó in situ donde está actualmente el Templo. Pablo Ramón Zamora Milano, décimo cura de la parroquia soñó en construir la majestuosa Iglesia. Dos misivas del mismo tenor le dirige este párroco nativo de San Casimiro a monseñor Ignacio Fernández Peña. Una el 1º de enero de 1844 y la otra a los pocos meses, exactamente el 19 de septiembre. En su contenido solicita autorización para erigir una nueva Iglesia. La razón: “Por ser la Ermita que sirve hoy de Iglesia demasiado pequeña, se quedan las dos terceras partes del vecindario sin oír el santo sacrificio de la misa por la pequeñez de la Iglesia y también por la disposición del lugar en que se haya, el cual no permite oír la misa fuera de la Iglesia”. Considera que és esta la mayor necesidad del pueblo, sumergido en tantas necesidades materiales, las cuales no puede remediar él, pero sí la de la Iglesia. Pablo Ramón Zamora Milano, siguió soñando, porque despierto también se sueña. Trabajando y soñando. Soñando y trabajando. Y llegó el día que no pudo seguir trabajando ni soñando, ya que su voz, que clamaba en lo más profundo de sus anhelos se topa con la muerte el 2 de octubre de 1873, cuando el pueblo le faltaban 4 días para cumplir 90 años de su fundación. Pudo acariciar, eso sí, otro de sus propósitos, como lo fue el establecimiento del primer plantel de educación cuyo maestro fue Narciso Bello. No lo agobió la incertidumbre. Supo que iba a morir y que alguien recogería su sueño, su anhelo, su pedimento.
Luego del padre Zamora van a estar los curas Fernández, Uzcátegui, Orta y Cordero. En el año 1875 está de párroco el Dr. Juan José Tovar. Juan José vino envuelto en el sueño del padre Zamora Milano. Es un sacerdote activo y preocupado. Sigue, casi igual, los pasos de Pablo Ramón. Viene con él, su hermano Adolfo, quien funda una escuela y será también secretario de la Subprefectura cuando se le nombra el 1º de junio de 1876 y la primera autoridad civil -subprefecto- es Mariano Carrera.
Los hermanos Tovar se contagian del dinamismo y la actividad creadora de la población. El 4 de marzo de 1875, el padre Tovar se hace portavoz de la idea del padre Zamora. En el sermón de la misa al santo patrono, propone al pueblo allí reunido la construcción de un nuevo templo y para ello extiende una invitación a la concurrencia para realizar una especie de cabildo abierto al concluir las ceremonias en la Iglesia. Terminada la misa se quedan en el templo una gran cantidad de personas. Luego de terminadas las intervenciones de los presentes se decide construir el templo. “Debía ser grande y majestuoso, con torres y cúpulas, que sirviera de casa de Dios, pero que a la vez fuera un símbolo del pueblo, que aspiraba a crecer y sobrepasar a todas las vecinas poblaciones. Un templo que fuera expresión de su fe cristiana y también expresión orgullosa de su gentilicio”.
El sueño, el anhelo, el pedimento del padre Pablo Ramón Zamora Milano comenzó a personarse. Quizás desde un postigo del infinito los estuvo mirando y vuelva a irse a la inagotable gloria que el supremo le tiene a este soñador de la gran obra del pueblo. Esa mañana el cura Juan José Tovar fue nombrado para presidir la Junta por Aclamación y la cual conforman el General Laureano Carballo, Lorenzo Zamora, Manuel Castillo, José Vicente Garbán, Alejandro Jiménez, General Ramón Guerra, Demetrio Domínguez, Diego J Hidalgo y como tesorero, Lucas Castillo.
Soñó el presbítero Pablo Ramón Zamora Milano y hoy tiene un gran sentido el augusto templo que profundiza la huella dejada por tan distinguido coterráneo. En otra entrega se escribirá qué oficios y los cargos que ocupaban los miembros de la Junta por Aclamación.
Crónicas de un sancasimireño
Por: Salvador Rodríguez
RESEÑA HISTÓRICA DEL BARRIO TORONQUEY
El riachuelo, hijo de Samaría,
de nombre, voz cumanagota,
otrora mansa cristalina gota,
que en el tiempo crecería.
Del Poema “Ríos de la Aldea”
Salvador Rodríguez..
Muchos años antes de la fundación de San Casimiro de Guiripa, ya existía el sector Toronquei y que en el tiempo devino este toponímico indígena en Toronquey (con y griega).Cuenta el historiador Lucas Guillermo Castillo Lara que luego de fundado San Casimiro de Guiripa el 06 de Octubre de 1.783, se realiza la matrícula de las casas y personas comprendidas en los limites del recién creado curato. Antes de que viniese monseñor Mariano Martí, por estos parajes, ya se habían realizado 3 matrículas -censos, en las fechas de 1.759, 1.761 y 1.764. Anteriormente a Martí, probablemente, había indígenas por estos contornos ya que el vocablo Toronquei viene de la voz cumanagota Toronoyaquir, piojo de pájaro. Igualmente puede venir- según el cronista Botello-, de Toron, pájaro y quei, cuao, cao, quebrada, río, curso fluvial. Es decir, Toronquei (con i latina y no griega), significaría río de los pájaros.
Retomando sobre los censos, se encuentra que se realizó un censo de 1.784 entre los meses de marzo y lo concluyen el 18 de junio. Los vecinos que quedaron, junto a sus viviendas, registrados en el censo levantado por los comisionados de San Sebastián de los Reyes eran 8 familias con sus respectivas casas de propiedad. A continuación los vecinos de toronquei en ese año de 1.784: Casa de Atanacio Martínez junto a su mujer, Juana de la Peña y sus hijos, Josef Ignacio, Francisco Xavier y María Bárbara, Casa de Ambrosio Ballejas y su mujer, María Martínez y sus hijos Josef Ignacio, Josef Joaquín, Juan Ramón y María Petronila, Casa de Josef Victorio Martínez con su mujer, Juana Pariata, Casa de Juan Jacinto Martínez, su mujer, María Dionisia Montenegro y Antonio Regino, su hijo, Casa de Maximiliano Martínez y su mujer, María Josefina Rodríguez y sus hijos Domingo y María Margarita, Casa de Francisco Torres y su mujer, Isabel Antonia Martínez, Casa de Francisco Osorio y su mujer, María Azevedo y sus hijos Juan Bautista y María Agueda , Casa de Josef Monsalvo junto a María Rosa su mujer y otra mujer que vivía en la casa llamada María Salomé.
En esos tiempos solamente 29 personas componían las 8 familias que habitaban el barrio Toronquey el cual tomó el nombre del río Toronquey que nace en la montaña de Samaría. El barrio siguió su crecimiento y albergó obras que ya no están como, el tercer cementerio de la población que estuvo desde la escuela Augusta Carballo de Blanco hasta la casa de Carlos Manuel -Evencio- Paredes. Actualmente Toronquey tiene entre otras obras importantes para sus habitantes, las dos pasarelas, la Escuela Augusta Carballo de Blanco, el lavandero denominado “ Las bateas” y algunas iglesias evangélicas. Otra obra importante para los toronqueieños y la población de San Casimiro en general fue la instalación del primer acueducto de San Casimiro creado por el cuéño don Andrés Manzo en el año 1.926 luego de que este señor adquiriera la posesión de Toronquey. Más adelante la municipalidad adquirió esos terrenos.
Crónicas de un sancasimireño
Lucas Guillermo Castillo Hernández
El hombre no vive de pan,
sino de verdad.
Eurípides.
Estas líneas tienen dos motivos que permitieron hilvanar esta crónica. La primera es el cumpleaños de Lucas Guillermo Castillo Hernández y la otra es señalar algunos hechos que no contaron Eleazar Casado y su sobrino, Lucas Guillermo Castillo Lara sobre el cumpleañero.
El pasado 10 de febrero de cumplió un año más del nacimiento del cura Lucas Guillermo Castillo Hernández que si habría estado con vida hubiera celebrado, muy viejito, su cumpleaños número 130. Éste fue el primer sacerdote sancasimireño en llegar más alto en la iglesia católica venezolana. Solamente dos sancasimireños habían abrazado la carrera sacerdotal antes que Lucas Guillermo Castillo H; el presbítero Pablo Ramón Zamora Milano, hijo de Juan Zamora – sancasimireño – y Magdalena Milano, natural de Caracas. El otro fue el sacerdote Fonseca, hijo de Julián Fonseca y Guadalupe Bencomo. Este sacerdote fue hermano del extraordinario músico Gil Fonseca.
Lucas Guillermo Castillo Hernández nació el 10 de febrero de 1879 en el sitio de Cobalongo, Parroquia Güiripa. Fue el segundo hijo de don Manuel Castillo y doña Ana Dolores Hernández. Allí entre bucares y guamos corría buscando atrapar el iris que bajaba y se zambullía en el arroyo donde Lucas se bañaba y en las tardes observaba los pájaros encaramarse encima de las hileras de chaguaramos que cuidaba el hogar cristiano y honorable de la familia Castillo Hernández.
Estudió sus primeras letras con el maestro Judas García y más adelante sus padres le trajeron al preceptor francés monsieur Lemonier, quien le enseñó el francés y lo llevó por las vías del humanismo. Lucas es el primero que se aparta del seno familiar, ya que su padre lo lleva a Caracas y lo deja en casa de un tío, de Reducto a Glorieta. Lo inscriben en el colegio Fontes, luego en el Páez Pumar, en el colegio Santa María – fundado en 1859 – del filántropo y educador Agustín Aveledo y por último en el colegio Salesianos de Sarría. En este colegio fue donde le nació la vocación de servir a Dios y en Güiripa producto de la soledad pudo encontrarse consigo mismo y obtener la respuesta para servir a plenitud a la causa de propagar la fe cristiana entre los hombres. Comenzó su noviciado salesiano y sus primeros estudios eclesiásticos. Cuando estudia sufre de hemotisis fulminante que lo colocan al borde de la muerte. Era una enfermedad mortal en esos tiempos. Le avisan a sus familiares, recibe la extremaunción y le encomiendan el alma con su vela de la virgen de
En ese sitio mejora notablemente y los aires de su tierra natal le hacen renovar las fuerzas idas en el colegio Salesiano. Sigue estudiando en el seminario y allí lo encontrará la muerte de su padre don Manuel Castillo. El 6 de febrero de 1904, monseñor Sendrea, obispo de Calabozo, le confiere en Güiripa el orden de subdiaconado. Es una fecha solemne para Lucas Guillermo ya que este mismo día, monseñor Sendrea, bendice la primera capilla eregida en Venezuela en honor a María Auxiliadora de los Cristianos y su padre don Manuel, el fundador de la capilla, no está presente.
Casi al año, el 15 de enero de 1905, recibe Lucas Guillermo Castillo H. de manos de monseñor Juan Bautista Castro, la consagración sacerdotal. Al día siguiente celebra su primera misa en la iglesia de Santa Rosalía en Caracas, donde sus padres habían contraído matrimonio. Después se va a Güiripa a ejercer su apostolado entre su gente. Estando en Güiripa quiso ser cartujo y es monseñor Sendrea el instrumento para que Lucas se quede entre los sancasimireños.
El 20 de septiembre de 1908 recibe la parroquia de San Casimiro de Güiripa del cura Cándido María Machado. Aquí estará de párroco por casi 15 años sirviéndole a sus paisanos hasta que es propuesto, oficialmente, en 1923 para el recién creado obispado de Coro y del cual es nombrado el 22 de junio de 1923.
Allí estará, en la tierra de las proclamas de Zamora por espacio de 16 años y que culmina su vida religiosa con el Arzobispado de Caracas y que completa con el honorífico de Primado de Venezuela en 1951. Estando en el Obispado de Coro escondió al escritor Miguel Otero Silva de la persecución de los esbirros de
Luego de hacer un recorrido por la vida eclesiástica de este coterráneo, llegamos a la otra motivación y la cual es de los hechos que no contaron Eleazar Casado y Lucas Guillermo Castillo Lara. No sé cuáles fueron los motivos de estos ilustres sancasimireños en no decir que Lucas Guillermo Castillo Hernández fue Concejal en los años 1912, 1913, 1914 y 1915, cuando era cura de
Para finalizar podríamos citar a Miguel de Unamuno quien dijo que “el único culto perfecto que puede rendirse a Dios es el culto de la verdad”. La verdad es el norte de esta crónica sin pretender sambenitar el buen nombre de Lucas Guillermo Castillo Hernández, como tampoco sembrar dudas acerca del trabajo realizado por ilustres sancasimireños como lo son Eleazar Casado y Lucas Guillermo Castillo Lara.
Crónicas de un sancasimireño
jueves, 29 de enero de 2009
Luis Roberto Casado
Este hombre, ejemplo de ciudadanía, nació el día de Nuestra Señora de Luján, el 8 de mayo de 1894 en San Casimiro de Güiripa. El mayor de los hijos del poeta, periodista y educador Miguel Zamora Bolívar, fue maestro de escuela y periodista. La historia contada hasta ahora no da cuenta de otros servicios prestados por este hijo ilustre de estos predios.
El primero de los oficios de Luis Roberto Casado fue como concejal de
El 3 de febrero de 1916 se da lectura a una nota enviada por Luis Roberto Casado, al Concejo Municipal que expresa lo siguiente: el trece de enero próximo pasado, el ciudadano Luis Roberto Casado manifestando que por tener que ausentarse de esta población, para el pueblo de Cúa, donde fijará su residencia, presenta formal renuncia a esta corporación, del cargo de Segundo Vicepresidente. Se puso en consideración y fue aceptada por unanimidad y que por secretaría se llame al suplente respectivo el Concejal Ramón Emilio Guerra.
Luego de su estadía en la población del estado Miranda, nuevamente se le encuentra en
Sirva este trabajo para dar a conocer otras funciones, además de periodista y maestro, que desempeñó este egregio sancasimireño que el 17 de febrero se cumplirán 68 años de su desaparición física.
Crónicas de un sancasimireño
jueves, 15 de enero de 2009
Castillo Lara y Catalina de Erauso
El 15 de diciembre de 2002 marchó en silencio, Lucas Guillermo Castillo Lara, pródigo en voces que dieron ubérrima escritura para darle vida a pueblos y comarcas que moraban en el olvido. 6 años hacen de la ausencia física de este hijo de las tierras de Güiripa que es “Voz que nombra a una sarta de cuentas hechas de caracol, llamadas también quiripa y que servía para intercambio comercial, adorno y ofrenda a sus dioses”.
Lucas Guillermo Castillo Lara fue la voz que nombró por más de 81 años, a través de la poesía, ensayos, monografías y libros, al hombre –Fermín Toro-, a la historia regional -San Casimiro de Güiripa, crónicas de la tierra y de la sangre-, y a la historia de una mujer, en la obra La asombrosa historia de doña Catalina de Erauso, la monja Alférez, y sus prodigiosas aventuras en Indias.
A los 21 años de edad, escribe un ensayo sobre Fermín Toro donde destaca diversas aristas de la vida del autor de La sibila de los Andes, como son “El Hombre”, “El Artista”, “El Escritor”, “El Político” y “El Diplomático” que le valió ser premiado por la Academia venezolana correspondiente de la Real Española el 29 de diciembre de 1942.
En San Casimiro de Güiripa, crónicas de la Tierra y de la Sangre, condensa la historia de su pueblo natal, que es también de sus ancestros y adoptiva de don Rosalio Castillo Clavo, quien firma la compra de las tierras de Güiripa el 18 de octubre de 1831, ante Juan Domingo Larrain, Segundo Juez de Paz del pueblo de Paracotos.
Retomando la crónica, ya que se ha ido un poco lejos en lo que se refiere al titulo de ella, se podría decir que la historia que narra la magistral pluma de Castillo Lara, titulada La asombrosa historia de doña Catalina de Erauso, La Monja Alférez, y sus prodigiosas aventuras de Indias es una intrépida actuación en la vida de una mujer que se escapa de un convento, afirmando Castillo Lara que “Esa historia de doña Catalina de Erauso, La Monja Alférez, como se llamaba, aunque nunca pasó de Novicia, es la más extraordinaria y maravillosa aventura vivida por mujer alguna. Arrancada de los propios labios de la protagonista surge la historia de una mujer que, disfrazada de hombre y temida por tal, en las décadas iniciales del siglo XVII y por los largos caminos de América discurre su vida aventurera, marcada con ribetes de picardía y acento caballerescos”.
Catalina de Erauso, La Monja Alférez, es una mujer que fue destinada desde niña al estado religioso, cambia el hábito por pantalones al escaparse del convento de San Sebastián el Antiguo en la Provincia de Güipúzcoa, en España y la cruz por la espada. Esta española es de carácter rebelde, salvaje y amante de la libertad y vendrá a América vestida de grumete para recorrer a Cartagena de Indias, Cumaná, Araya, Panamá, Lima, Chile, Argentina y Bolivia. La Monja Alférez se llamó en un principio Pedro de Oribe, cambiando luego a Alfonso Díaz Ramírez de Guzmán. Para hacer bien su papel de hombre fue siempre intrépida, altiva y poco sociable, fingiendo constantemente el sexo opuesto para poder lograr el grado de Alférez. Recorrió otras regiones de las Indias, hasta que cae herida gravemente durante un desafío y la lleva a decidir sobre el abandono de su azarosa vida.
Sirva esta escritura para recordar la vida de este sancasimireño quien nació el 23 de junio de 1921, como también su muerte acaecida en Caracas. Igualmente ilustrar la obra de este ilustre coterráneo como lo es La asombrosa historia de doña Catalina de Erauso, la Monja Alférez, y sus prodigiosas aventuras de Indias (1602-1624) de la cual se cumple este diciembre 16 años de su publicación.
Por Salvador Rodriguez