Los pájaros se perdían en el horizonte y Augusta encima de la mula que la llevaba aquel 2 de noviembre de 1938 a la hacienda San Pedro de Monte Oscuro de San Casimiro. Era su primer día de clases y miraba, como, la bandada de aves negras se esfumaban más allá del cerro. Ya la bota gomecista había desaparecido; aunque, muchos se peleaban por agarrarse a los deshilachados bigotes del bagre Juan Vicente Gómez, y Augusta enfilaba cerro arriba a encontrarse con su destino que serían muchos años enseñando en los sitios aledaños al caserío El Loro. Augusta trabajaba por aquellos que decía Carlyle: “trabaja por las imprescindibles necesidades del espíritu, no por el pan cotidiano, sino por el pan de la verdadera vida”.
Augusta, fue labrando un porvenir; como, también lo hizo con aquellos seres inocentes que se perdían en la más oscura ignorancia. Después subió más arriba, buscando adivinar el porvenir por el vuelo de los pájaros hasta llegar a la hacienda de Alejandrina Carballo de Luque; puede ser que pariente suya; pero, seguro ama hasta de los peones de su propiedad. Más adelante bordeó las montañas para venirse más abajo hasta encontrarse en Loro Abajo en la hacienda “La Quimera”, donde los trabajadores soñaban con letras y sonidos y que al despertar aquella mañana vieron pasear a la mujer y entre sus manos una mochila donde brotaban algunos libros “mantilla”. Augusta Carballo de Blanco veneraba sus quehaceres a pesar de lo fatigoso para llegar a sus labores.
Eran tiempos difíciles. El transporte no abundaba. Muy pocos eran los que se aventuraban por esas vías impenetrables la mayor de las veces. Augusta, fue creciendo en años y su cabellera poniéndose como los copos de algodón; esos que persiguen los niños y niñas inocentes en fiestas de pueblos. Augusta, llegó a “Hoyo Negro” donde se escucharía la voz de Miguel Cisneros, y de sus descendientes que poblarían pupitres en la escuela de “Santa Bárbara”. Augusta fue avanzando en edades y crecía la veneración por la maestra.
Con el tiempo Augusta, se vino más abajo casi lindando con el estado Miranda. Llegó donde nace el Río Cura. Allá en los cerros azulados en la distancia. Golfo Triste donde “El Cura” se hace frío y sus aguas se van haciendo más frías hasta hacer brotar en su recorrido a los exuberantes “Chorros de Cura”. Allí en Golfo Triste estuvo Augusta, siempre abrigada hasta el cuello y más calentita por el cariño de esas presencias de niñas y niños que miradas atentas escuchaban a la hermosa maestra que había llegado en nubes de algodón, presagiando temperatura baja en los alrededores de la escuela. Desde 1952 hasta 1958 estará Augusta regentando la escuela de Golfo Triste recibiendo niños y niñas de Miranda y Aragua. Augusta Carballo de Blanco, fue jubilada el 1º de julio de 1958. El 10 de agosto de 1988 voló en alas de Pegaso que Belerofonte prestó para conducir a esta mujer digna de veneración hacia la morada del señor. Quizás aquel 2 de noviembre de 1938 no sintió aquel presagió cuando montaba la mula y vio desaparecer aquella bandada de pájaros en el horizonte. Nunca supo ella que las letras de su nombre indicaban que su abnegado trabajo era digno de gran admiración, y fue tanta de esta que hoy una escuela en la comunidad de Toronquey, lleva el nombre de Augusta Carballo de Blanco.
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